“Que Roger deje la gira significa que una parte de mí se va con él, por todos los momentos en los que él ha estado al otro lado de la red en los momentos más importantes de mi vida” afirmaba Rafael Nadal, a quien se lo vio llorando junto a su amigo e íntimo rival durante su carrera. En el fondo, la tristeza de ambos, es la que invade nuestros corazones al ver el fin de una era.
Roger Federer y Rafael Nadal fueron durante casi una década los dominadores en solitario del circuito. La irrupción en 2011 de Novak Djokovic convirtió al Big 2 en un Big 3 del que aún sin terminarse las carreras de los tres se escriben ríos de tinta sobre el debate de quien es el mejor. Pero en este rincón no vamos a detenernos en ello.
La jornada de anoche fue de esas que quedan marcadas en la historia del deporte. Por un lado, la retirada del mayor embajador que dio el tenis. Roger Federer elevó el nivel de popularidad del deporte blanco de manera exponencial. Marcó una impronta con su estilo de juego tan elegante, la estética de sus golpes y un carisma tan entrañable que despertó pasiones en las masas.
El hecho de que su retiro haya sido jugando del mismo lado que su máximo rival (con el respeto de Djokovic) en un dobles, y que ambos hayan quebrado de las emociones al final, es una imagen que perdurará por siempre en la conciencia colectiva.
Las lágrimas de Rafa, como el mismo mencionó en sus declaraciones, son por ver el cierre de una etapa tan grande en la que ambos fueron protagonistas. Entre ambos se complementaron, se hicieron superarse como jugadores, medirse constantemente en una pulseada por los grandes títulos y la gloria. Es lógico que Nadal se muestre tan emocional ante la retirada del circuito de Roger.
Las lágrimas de Roger, tal como lo podemos ver en los videos e imágenes que circulan como tendencia por las redes, son el broche de oro a una carrera majestuosa, inigualable tanto por los logros cosechados como por la pasión y el fanatismo que generó en sus seguidores. No pudo retirarse siendo competitivo, en un Grand Slam, como a él le hubiera realmente gustado. Pero intentó todo lo posible hasta que su rodilla, con 41 años y más de 20 en el circuito, le dijo basta.
Nuestras lágrimas son las propias de quienes ven desprenderse una parte de nuestras vidas donde lo deportivo nos trajo alegrías y tristezas. Miami 2005. Roma 2006. Wimbledon 2007 y 2008. El último, considerado por muchos el mejor partido de la historia del tenis. Australian Open 2009 y 2017. Finales donde la historia estuvo en juego y donde el nivel de tenis rayó la perfección, donde la épica fue la gran protagonista de sus duelos.
Nuestras lágrimas son las de ese niño que ve morir a su superhéroe preferido y le deja un vacío, porque muchas de sus emociones, incluso sin saberlo, van ligadas a la figura que idealiza. Roger y Rafa han sido dos ejemplos de como comportarse en una pista de tenis, de superación propia, de humildad, de ser grandes campeones, de llevar la presión y la bandera de ser los mejores a los hombros como nunca antes se había visto.
Han trascendido al tenis para situarse en el Olimpo del deporte, en la cúspide, y este epílogo de sus carreras no hace más que enaltecer aún más sus nombres y su paso por el circuito durante todos estos años. Porque demostraron que, aunque muchas veces no lo parezcan, son humanos, y sus lágrimas son las nuestras.
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